Mi historia de amor con el español (del 1987 al presente)
Hoy, una historia.
Esta es la historia de cómo el español me ha cambiado la vida.
Voy a contar cómo, siendo un chico normalito de un sitio bastante aburrido, llegué a ser bilingüe, y de cómo este hecho ha tenido efectos inesperados sobre todo lo demás.
Si yo lo he hecho, cualquier persona puede hacerlo. Aprender idiomas es una cosa innata del ser humano. El cerebro está diseñado para ello.
La cuestión es encontrar la manera que funcione para ti.
Con un poco de constancia y un buen método, tú también podrás ser bilingüe.
¿Cómo cambiará tu vida?
Avísame en los comentarios al final…
Bueno. Aquí tienes mi historia:
Septiembre de 1987
Estoy esperando el autobús escolar en la cruce entre dos polvorientas “calles” en el desierto fuera de Phoenix, Arizona.
Conmigo hay unos vecinos, entre ellos, dos chicos de México. Román y Noel. Ya sé que el español es otra lengua, y que mis padres no saben hablarlo. Así pues, esta mañana decido aprovechar la espera pidiendo que me enseñen unas palabrotas.
Tengo cinco años, y vivo en un mundo muy puritano y conservador. Resulta que en inglés sólo conozco dos o tres palabrotas, y que Román y Noel no saben mucho más. Pero es divertido. Son mis primeras experiencias con el mundo del bilingüismo.

En la escuela primaria, mi primer “amor” es una chica mexicana – Linda – con la que nunca llego a cruzar más de un par de frases.
Siempre me han gustado las mujeres más exóticas. Pero a esta temprana edad no era experto en ligoteo. Las chicas me daban cierto miedo. Pero me encantaba escuchar el acento de Linda, ahí en el “first grade”, mientras la profesora nos enseñaba a leer.
Noviembre de 1995
Me veo obligado a estudiar español en el “high school.” No estoy muy emocionado con el tema, y aún menos cuando la profesora nos dice que tenemos que aprender algo que se llaman “las conjugaciones verbales.” No sé exactamente de que se trata, pero hay muchas.
Aprendo las conjugaciones de los verbos que terminan en -ar como si fueran una canción de rap. O – As – A … Amos – Áis – An. O – As – A … Amos – Áis – An.
Luego estoy decepcionado cuando resulta que hay tantas conjugaciones más, regulares e irregulares, y todo una gramática detrás. “No os quejéis ahora,” nos dijo la profesora. “Al año que viene haremos el subjuntivo, y todo será mucho más complicado.”
En la primaria habíamos tenido algunas clases de español, pero la profesora se limitó a enseñarnos los nombres de animales africanos. Incluso a tan temprana edad lo veía como una pérdida de tiempo.
Jirafa. Elefante. Hipopótamo.
Mi mundo consistía en polvo, cactus y serpientes, ¿para qué aprender palabras como hipopótamo?
La profesora también me puso el nombre Donito, para que pudiera decir “Me llamo Donito… ¿Cómo te llamas tú?” No era muy fan del mote. Donito.
Quizá lo de estudiar idiomas no era lo mío.
Junio de 2003
En medio de una crisis existencial, decido que es buena idea pasar unas semanas en México. Todo el mundo me dice que es una idea absurda. ¿Viajar a México? ¿Por qué no irte mejor a California, que también está al lado?
Decido hacerlo, piensen lo que piensen los demás. Me subo a un autobús y voy hacia el sur.
Viajo por ciudades como Chihuahua, Hermosillo, y Sinaloa. El desierto del norte de México se parece bastante al desierto que había dejado atrás en Arizona, pero es mi primera experiencia fuera de las fronteras de EEUU, y me encanta.
¡Hay todo un mundo por ahí!
Poco antes, había decidido dejar la universidad para buscarme la vida de otra forma. Y había empezado a trabajar en la cocina de una cafetería. Los cocineros eran mexicanos, de Sonora, y había decidido que iba a hablar español con ellos. ¿Para qué estudiar algo en la escuela si no vas a ponerlo en práctica?
Pasábamos las tardes ahí en la cocina. haciendo ensaladas y bocadillos, e insultándonos los unos a los otros en español. Riéndonos a carcajadas todo el tiempo, mientras en la radio sonaban Los Tigres del Norte.
Aprendí mucho más español así que en la escuela, y fue mucho más divertido. Pero me faltaba mucho por entender. No sabía, por ejemplo, de que se trataban algunas canciones de los Tigres. Pensaba que todas eran canciones de amor.
Años más tarde leo una novela que me aclara todo.
¡Vaya! Cuántas cosas que no entendía, siendo así joven e inocente.
Octubre de 2004
Después de pasar unos siete u ocho días en España en el verano, estoy de vuelta en Arizona. Necesito un cambio importante en mi vida, y lo necesito ahora. Decido mudarme a Madrid. Hay un par de romances imposibles ahí en medio que afectan mis decisiones, pero esas son historias para otro día.
No sé muy bien qué estoy haciendo, pero es una nueva aventura.

Compro un billete de ida y vuelta porque es más barato, pero acabo cancelando la vuelta. Me quedo en Madrid.
La gente en España se ríe de que un chico pelirrojo y extranjero–guiri, como nos llaman aquí–habla así con palabras y acento mexicano.
Pero bueno.
En el proceso, supero la timidez que sentía desde siempre. Si no puedo decir nada sin dar patadas al diccionario, ¿para que preocuparme? La vida sigue. Y lo importante es comunicar.
Los primeros meses, acabo cada día medio muerto del esfuerzo de intentar entender y expresarme en español. Aprendo mucho en muy poco tiempo, con un diccionario bilingüe siempre en la mochila y un cuaderno donde apuntar vocabulario.
Típico guiri empollón.
Septiembre de 2006
Me acaba de dejar otra “novia”. Novia entre comillas, porque nunca estuvo muy claro lo que pasaba entre nosotros.
Me ha dejado, pero no antes de inspirarme a leer algo de literatura española.
Don Juan Tenorio de José Zorilla: “Desde una princesa real a la hija de un pescador, ¡oh!, ha recorrido mi amor toda la escala social.”
La que me deja no es princesa, pero (en mi mente) casi. Tengo el corazón roto.
Destrozado.
No es la primera ni la última vez. Y siempre duele.
De alguna forma (para descargar las emociones negativas que me está causando la ruptura, supongo) acabo haciendo clases de boxeo.
Pronto estoy enganchado.
Hago 3 clases de boxeo por semana, entre ladronzuelos y sus amigos en Entrevías, uno de los barrios menos glamorosos de Madrid. (Vivo cerca, porque estamos en el boom inmobiliario y todos los alquileres son carísimos.)
Empiezo a notar que el español que uno escucha en Entrevías es bastante diferente a lo que escucho en mi vida profesional. Y que eso también es distinto que Zorilla.
Noto matices. Aprendo mucho vocabulario. La gente empieza a estar impresionado con mi nivel de español. Y eso que no estoy estudiando. No voy a clase. Es la vida que me enseña.
El amor siempre me ha inspirado a aprender y a mejorar.
También los puñetazos.
El profesor de boxeo dice “¡Esquiva!” y no tengo mucho tiempo para pensar en conjugaciones: Yo esquivo, tu esquivas, el esquiva.
Ya me ha llegado el puño. Estoy en el suelo, y resulta que el dicho de “ver estrellas” cuando te dan un golpe es completamente literal.
Muriendo y aprendiendo.

La vida sigue…
Enero de 2012
Han pasado más de siete años, y sigo viviendo en Madrid. No sé muy bien por qué, ya que el panorama ha cambiado mucho desde el lejano año de 2004.
Me he ganado la vida enseñando inglés casi todo el tiempo, y he visto que la educación en España es igual de ineficaz que en EEUU en cuestión de crear a gente bilingüe.
También veo que mucha gente se pone roja y empieza a sudar cuando escuchan un par de palabras del inglés hablado. “Es que… Llevo 10 años estudiando…” tartamudeaban, “¡Pero yo no hablo inglés!”
En un aeropuerto en Italia (quién sabe dónde) después de haber pasado las navidades luchando para entenderme en un dialecto algo extraño del italiano, decido que todo el mundo está planteándose el tema de aprender idiomas de la forma equivocada.
Mientras espero el vuelo de RyanAir, que sale con dos horas de retraso, decido escribir un libro sobre lo que he visto que realmente funciona a la hora de llegar a hablar un idioma.
No te van a enseñar eso en la escuela, pero al final, el 80% de lo que necesitas para llegar a ser bilingüe es simplemente lanzarte, hablar, y cometer todos los fallos imaginables.
Sigue adelante y un día te darás cuenta que has salido del otro lado del túnel con un buen nivel y (más importante aún) otra idea de ti mismo y de tus capacidades.
Publico el libro sin editorial y sin esperanza de llegar a más de 100 personas con el mensaje. Pero está hecho. Tenía que escribirlo.
¿Es el final de la historia?
Pues no. Parece que es sólo el principio.
6 Claves para Aprender Inglés ha llegado, hasta el día de hoy, a muchos miles de personas alrededor del mundo. Ha llegado incluso a ser el ebook más vendido de todos en Amazon España y México.
Y ahora tengo todo un imperio mediático alrededor del tema del inglés. Entre una cosa y otra, estoy enseñando a casi dos millones de personas al mes.
Pero la cuestión es que he llegado a hablar español (y escribir unos mil artículos, una docena de libros, etc) simplemente porque originalmente, tenía ganas de vivir en un mundo más interesante que el mío.
Aprender un idioma te abre nuevos horizontes–es increíble como puede cambiar tu vida con aprender inglés, español, u otra lengua.
Aquel chiquillo que sólo quería aprenderse unas palabrotas no tenía la menor idea en qué se estaba metiendo.
Escribo eso para decir que si yo he podido llegar a ser bilingüe, lo puede hacer cualquier persona. Es sólo cuestión de planteártelo de la forma correcta, equivocarte sin miedo, y mantener el optimismo y el humor en el proceso.
No es siempre fácil, pero todo se consigue.
¿Quieres aprender mucho más inglés?
Pues, mis libros han ayudado a miles de personas a dar el salto a hablar el inglés. Están en muchos sitios en internet. Más información aquí: Libros. Y también tengo un curso online que ha ayudado a muchos como tú a mejorar su nivel. Más información aquí: Pasaporte al Inglés.
Muriendo y aprendiendo. Mañana más.
Buen aprendizaje,
Daniel.
P.D. Esta es mi historia. ¿Cuál es la tuya? ¿Aprender idiomas te ha cambiado la vida también a ti? ¡Cuéntamelo! Mándame un correo aquí: Contactar o bien déjame un comentario abajo.
Los lectores como tú dan sentido a todo eso. Así pues: gracias por estar aquí conmigo. Si conoces a alguien al que podría interesar, por favor, ¡comparte!